El
miedo que pasmo mi carne, paralizo mis acciones y mantuvo durante meses a mi
mente en la angustia de la zozobra fue un temor nunca antes sentido, fue una
espécimen nueva de terror, no era el que se siente al enfrentarse a una
serpiente o al bravucón del colegio, ni como aquella sensación espeluznante que
erizaba mi piel en noches oscura después de oír leyendas de espectros y
fantasmas, ese miedo era lo que luego entendí como miedo a que sus labios se
pronunciasen en rechazo, a que sus labios no encajasen en los míos, miedo a ser
herido a un nivel profundo.
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